Oliete
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Oliete bajo la mirada de un grupo de estudiantes de Ciencias Ambientales

Hace aproximadamente un mes, recibimos la visita de un grupo de estudiantes de la Universidad de Navarra que, junto con sus profesores. Se desplazaron hasta Oliete para comprender mejor uno de los mayores problemas sociales y demográficos de la España Rural, la despoblación.

El siguiente artículo recoge la mirada de todos ellos a través de las palabras de Lilla Graur, estudiante de Ciencia Ambientales que quiso compartir su experiencia con nosotros.

Llegamos alrededor de las 7 de la tarde, y, a decir verdad, no teníamos muy claro lo que nos esperaba. Viajamos 20 estudiantes de 13 países diferentes junto a dos de nuestros profesores. Era casi noviembre y el paraje de tierras rojizas, mares de olivos y viviendas abandonadas de las que no quedaban más que unos ladrillos de color carmesí, le otorgaba al lugar un toque familiar a la vez que nostálgico.

Anteriormente, ya habíamos viajado juntos como parte del Programa Paisajes que ofrece la Universidad de Navarra, pero cuando conocí Oliete por primera vez, tuve la certeza de que en esta ocasión la aventura sería diferente. Y lo supe por la sonrisa y sensación de calidez con la que las gentes de allí nos recibieron.

Varias personas del pueblo abrazaron a uno de nuestros profesores que había visitado el lugar el año pasado. Pero para nosotros, esa fue la primera vez que conocimos a los integrantes de Apadrinaunolivo.org y, nada más hacerlo, nos dimos cuenta de que eran personas llenas de alegría e ilusión por recibirnos en la tierra que les había visto crecer.

La única manera de entrar a Oliete era por un puente de seis agujeros que pasaba por encima del río Martín en la parte norte del pueblo. La población había sido construida sobre una colina, y desde lo alto, se podían ver todas las casas de colores azules y blancos, antiguas pero acogedoras. En las calles estrechas de asfalto y guijarro, reinaba el silencio. Tuvimos la sensación de que buena parte del pueblo estaba deshabitado, sin embargo, al recorrer sus estrechas calles y empinadas cuestas, fuimos capaces de leer entre líneas la historia de un lugar que en antaño había rebosado de vida. 

Continuamos hasta llegar a la parte que un día fue el centro de la comunidad junto a la antigua muralla que protegía el pueblo desde hacía siglos. Estaba repleta de bodegas en las que, según nos contaron, anteriormente se habían elaborado vinos y sidras de excelente calidad, pero de las que hoy solamente quedaban sótanos en los que se almacenaban barriles de aceite de oliva. 

A tan solo un par de horas de nuestra llegada, nos habíamos enamorado de ese mágico pueblo que desde el primer momento se convirtió en nuestro hogar.

 

Un propósito para renacer

La raíz etimológica de la palabra Oliete proviene del latín Olivetum, que significa ‘campo de olivos’. Por ello, no nos sorprendimos cuando nos contaron que en su olivar había aproximadamente más de 100.000 olivos.

Nos apenó conocer que, con el abandono y deterioro de la tierra, la mayoría de olivos se convirtieron en arbustos incapaces de producir aceituna. Apadrina un Olivo nació en 2014 con el propósito de recuperarlos con el apoyo de madrinas y padrinos, que a día de hoy se han convertido en una comunidad de personas que salvaguardan la esencia de estos árboles centenarios.

Oliete

Imaginad un pueblo sin población, sin los que cuidan de él, expuesto a los elementos de la naturaleza, un pueblo fantasma que va desapareciendo a cada minuto. – Explicó Alberto al día siguiente – eso teníamos en mente cuando creamos la asociación. Y esa frase se quedó grabada en nuestra memoria como un ancla que todavía nos unía más a Oliete y sus gentes.

 

El oro líquido también se bebe

Al día siguiente, visitamos la almazara en la que se llevaba a cabo el proceso de elaboración del aceite de oliva, y donde tuvimos la oportunidad de probar sus diferentes variedades frutales. Después de la experiencia, comprendimos por qué, en determinadas ocasiones al aceite de oliva se le denomina “oro líquido”. Lo mejor de todo fue que lo tomamos saboreándolo lentamente en una taza pequeña, sintiendo el equilibrio perfecto entre el sabor y el aroma con un toque amargo final.

Oliete

 

Civilizaciones maestras

Con los integrantes de Apadrina como guías y una gran curiosidad por conocer los nuevos lugares que nos aguardaban, nos imbuimos en los bosques mediterráneos de vegetación diversa hasta dar con un pequeño poblado Íbero de dos mil años de antigüedad. Descubrimos que El Palomar, que así se llamaba dicho yacimiento, era una de las evidencias más importantes de la existencia de los Íberos en el Bajo Aragón. 

Oliete

Uno de los momentos más impactantes tuvo lugar al final del día cuando tuvimos la oportunidad de visitar el Cabezo de San Pedro, un poblado Ibérico fortificado que estuvo habitado hasta el siglo 1 a.C. 

Mientras Ricardo nos explicaba el origen de la construcción y cómo su sistema defensivo aprovechaba las características geológicas de la zona, la magia de trasladarnos a una civilización tan antigua, simplemente sucedió. Recorrimos las calles empedradas fascinados con la infinidad de fósiles con forma de mejillones, caracolas y animales marinos que hace millones de años vivieron allí. Un fondo marino lleno de vida sobre el que nosotros estábamos caminando.

 

Oliete

Finalizamos el recorrido desde los últimos vestigios de lo que un día fue la fortificación amurallada de una civilización que todavía hoy tiene tanta tanto que enseñarnos.

 

La fuerza de la comunidad

Durante nuestra última noche en Oliete, Ricardo, miembro del equipo de Apadrina un Olivo, organizó un concierto de guitarra para nosotros en la plaza de la Iglesia. Nos emocionó ver cómo la gente del pueblo se unía cantando a coro y celebrando el momento.

En ese instante comprendí lo necesario que era su modelo para el mundo. En nuestra mente, Oliete se convirtió en el ejemplo de cómo un grupo de personas que comparte el amor por su tierra, son capaces de unirse para devolverle lo que siempre tuvo, VIDA.

Porque Oliete es en sí mismo, es como un olivo. Y sus gentes, son las personas que con amor, respeto y humildad limpian sus raíces, alimentan sus tierras y nos ofrecen a nosotros, los que venimos a visitarlos, sus frutos. 

Empezó con la gente y termina con la gente. La comunidad es lo mejor que tenemos. El alma de nuestro pueblo. – Dijo Ricardo el día siguiente, mientras tatareaba la canción que juntos habíamos cantado la noche anterior en la plaza de la iglesia.

“Caminar por tus calles,

sentir tu mano de amigo

y estar entre tus gentes.

Que vivamos siempre unidos…”

Oliete,

yo te siento en mí.

Eres parte de mi vida…

Mi trocito de Aragón”.

 

Apadrinaunolivo.org ha creado más de quince puestos de trabajo y coopera con varios voluntarios cada año. El proyecto cuenta con más de cinco mil madrinas y padrinos de 28 países, lo que hoy en día genera un total de 2.500 turistas que visitan durante las vacaciones de verano. Gracias a la dedicación y fuerza de la comunidad, la despoblación del pueblo está comenzando a frenarse, brotando las semillas de una creciente recuperación. 

Todos y cada uno de nosotros llegamos a Oliete sin saber nada de él, pero nos regresamos a casa con un pedacito de Aragón en nuestro corazón. 

 

Lilla Graur, estudiante de Ciencia Ambientales en la Universidad de Navarra. 

2 comentarios en «Oliete bajo la mirada de un grupo de estudiantes de Ciencias Ambientales»

  1. Soy padrino y solo hare dos cmrntatios muy breves
    La organización Apadrina un Olivo es una ONG que los colaboradores sabemos siempre donde van a parar nuestros donaciones
    Y el segundo comentario es
    APADRINA APADRINA !!!

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